Tú, como mamá, no entiendes que lo que ella me cuenta está tan lejos de mi corazón como el amor de papá de su piel. Siempre la misma historia cuando vuelve a casa: el abrazo, los latidos acelerados, la voz entrecortada que narra la imposibilidad de un rebrote y las lágrimas que me corren por la cara. Sé bien que no son mías, que son de ella, como éstas de ahora sé que son las tuyas, porque a las muñecas feas, aunque te empeñes en demostrarme lo contrario, también les late el corazón, susurran al oído y lloran cuando se las abraza.
lunes, 12 de octubre de 2009
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