lunes, 26 de octubre de 2009

Memorias


Cuando llegó el tiempo de las conmemoraciones, el Excelentísimo Ayuntamiento de la ciudad propuso erigir un monolito en recuerdo del paso del escritor por aquel presidio encalado. Llamaron a su viuda y a su mejor amigo, albacea del autor a cuya memoria se había rendido por el bien de los réditos que unos cuantos manuscritos, hallados para la ocasión muy oportunamente, una importante editorial publicaría en breve; justo a tiempo para coincidir con el estreno mundial de un biopic basado en la biografía del autor y protagonizado por la rutilante estrella Karl Montgomery, socio numerario de la Fundación para el Progreso de la Cultura y uno de los mayores accionistas de la farmacéutica Kill-Bird, importante laboratorio que había logrado dar con la fórmula de la vacuna que pararía –hasta llegar a descubrimientos más certeros, pero tristemente más caros– la incipiente plaga del virus F3r12304, nombre del modelo con que casualmente la marca de automóviles TRW había bautizado su último modelo.

Todo fue un éxito. El evento se cubrió con todo lujo de detalles, aunque apenas hubo tiempo para ver el emocionado rostro de la enlutada mujer ni la hermosa factura del monumento conmemorativo, entre tanto coche oficial y tanta estrella de cine. Las hemerotecas darán cumplida cuenta de todo lo que allí aconteció.

Para los melancólicos queda la obra del poeta; para los más pragmáticos, un fastuoso edificio compartido por importantes marcas con el nombre del celoso albacea.

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