domingo, 18 de octubre de 2009

Pájaros del paraíso


Abel me dijo que venía del jardín de las Hespérides, que las manzanas doradas estaban agotadas, pero que vendían, para turistas curiosos y yernos atentísimos, unos vistosos pájaros apoyados en una ramita de zahorí. Su particularidad reside en que la que vuela es la rama que lo soporta, no el animalito. Ahí está el problema: que nunca se posa porque ya está posado y se pasa el día de un lado a otro de la casa, sin descanso y sin tino. Cuando logro agarrarlo, intento separarlo de la dichosa rama; imposible, se pone a gritar como si le estuviera arrancando el alma; como Abel, cuando se baja de su espléndido descapotable y camina hacia casa para buscarme.

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